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José Pérez Álvarez nació en Moncó, una aldea de Posada de Rengos, Cangas del Narcea, Asturias, el 6 de junio de 1926. Hijo de José María Pérez Pérez y de María Álvarez Álvarez fue el mayor de siete hermanos, de los que en la actualidad sólo viven cuatro.

Ante la falta de escuela en su pueblo natal y en el de Taladrid, en el concejo de Ibias, adonde se trasladó con su familia cuando él apenas contaba 5 ańos de edad, fueron sus padres quienes se encargaron de enseńarle a leer, escribir y rezar, justo antes de estallar la guerra civil espańola, cuya vivencia de hambre y penuria habrían de marcar en la edad adulta su amor por los nińos y su angustia vital ante la falta de alimento, vestido y educación para tantos seres desamparados e indefensos.

En 1940 el párroco Eladio García Alonso, para quien ejercía labores de monaguillo, propició su ingreso en el seminario de Tapia de Casariego, continuando más adelante su formación en el de Valdediós, en el término municipal de Villaviciosa, y en el de Oviedo, ciudad en la que sería ordenado sacerdote en 1952.

Fue tres ańos párroco de las localidades de Bayo y Báscones, donde se encargó de restaurar la iglesia que había sido incendiada durante la guerra, en el concejo asturiano de Grado y, en 1955, abandonó por primera vez su Asturias natal para incorporarse al Regimiento de Artillería de La Almoraima, en el Campo de Gibraltar, con el grado militar de alférez, y más tarde en los destacamentos militares de Algeciras y San Roque, acuartelamientos en los que ejerció durante dos ańos como capellán castrense.

En 1957, coincidiendo con la guerra de Ifni, librada entre fuerzas espańolas y marroquíes, es destinado como capellán al Hospital Militar de Las Palmas de Gran Canaria, adonde llegaban cientos de legionarios heridos en combate y adonde coincidió con Juan Carlos de Borbón y Borbón, coronado rey de Espańa desde 1975 con el nombre de Juan Carlos I, y con Luis Muńoz Grandes, hijo del general Agustín Muńoz Grandes, quienes le intentaron persuadir en vano de que se quedara en el ejército y desistiera de su intención de viajar a Sudamérica para canalizar su vocación misionera, hecho que se produjo a finales del ańo siguiente.

En efecto, y tras ser requerido provisionalmente por el Obispado de Oviedo para prestar servicios en la parroquia de Illano, en la zona occidental de Asturias, y de asistir a un curso de orientación misionera en la Organización Sacerdotal Americana, OSA, con sede en Madrid, el 29 de diciembre de 1959 zarpó del puerto de Vigo en el buque Amazón, formando parte de un contingente de 2.800 misioneros, integrantes del Equipo Misionero Pontificio Americano que, dirigido por el jesuita Enrique Huelin, estaban llamados a desarrollar su acción pastoral en la Gran Misión Buenos Aires.

Se iniciaba de este modo su particular “sueńo americano” de convertir la acción pastoral en continua entrega a los demás y de conocer otros mundos, decisión en la que tuvo mucho que ver el entonces director de la Fábrica de Armas de Trubia, en el concejo de Oviedo, Antonio Uría Río, a quien profesaba gran afecto desde que se conocieran en su etapa de párroco, ya comentada, y de quien aprendió que la acumulación de nuevas y engrandecedoras experiencias es lo que realmente enriquece y da sentido a la vida del ser humano.